¿Qué reputación nos estamos labrando?
Fuente Externa
¿HA
LEÍDO en alguna ocasión las notas necrológicas del periódico o una reseña de la
vida y logros de alguna persona fallecida? ¿Se ha preguntado qué se diría de
usted? ¿Cuántas personas se ponen a pensar en el recuerdo que perdurará tras su
muerte? Por tanto, conviene que nos preguntemos: ¿Qué diría hoy la gente de mí
si hubiera muerto ayer? ¿Qué reputación me estoy labrando? ¿Cómo quisiera que
me recordaran mis amistades y Dios mismo?.
El
sabio escritor del libro bíblico de Eclesiastés dijo: Mejor es un nombre que el
buen aceite, y el día de la muerte que el día en que uno nace. ¿Por qué sería
mejor el día de la muerte que el del nacimiento? Porque cuando uno nace todavía
no se ha labrado reputación alguna, su historial está totalmente en
blanco, y no se sabe si en el transcurso de la vida cobrará buena o mala
fama. Para quienes se han hecho un buen nombre con los años, el día de la
muerte es mejor en ese sentido que el día de su nacimiento.
En
general, el que se nos recuerde para bien o para mal depende de nosotros
mismos. De hecho, a diario tomamos decisiones que influirán en la
reputación que tendremos el día que fallezcamos, sobre todo en cómo nos
recordará Dios. Por ello, el mismo sabio hebreo salomón escribió: Al recuerdo
del justo le espera una bendición, pero el mismísimo nombre de los inicuos se
pudrirá. ¡Qué gran honor que Dios nos tenga en su memoria y nos bendiga!
Si
somos sensatos, nuestro objetivo será complacer a Dios viviendo según sus
normas, lo que implica regirnos por los principios fundamentales que Jesucristo
formuló, a saber: Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con
toda tu alma y con toda tu mente’. Este es el más grande y el primer
mandamiento. El segundo, semejante a él, es este: ‘Tienes que amar a tu
prójimo como a ti mismo’. De estos dos mandamientos pende toda la Ley, y
los Profetas (Mateo
22:37-40).
Algunas
personas han pasado a la historia por sus obras filantrópicas o humanitarias,
su defensa de los derechos humanos o sus logros en el campo comercial,
científico, médico, etc. Pero ¿cómo quisiéramos nosotros que se nos
recordara?
El
poeta escocés Robert Burns (1759-1796) expresó el deseo de que algún poder nos
diera el don de vernos como otros nos ven. ¿Somos capaces de reflexionar
objetivamente y decir que tenemos una buena reputación a los ojos de los
demás y de Dios?
Nuestras
relaciones personales adquieren mayor sentido que cualquier logro alcanzado a
corto plazo en el ámbito académico, político, deportivo o comercial.
Esta
es la razón por la cual debemos preguntarnos ¿Qué impresión producen en los demás
nuestras conversaciones, modales y gestos? ¿Nos consideran accesibles o
distantes, amables o ásperos, flexibles o exigentes? ¿Nos ven cariñosos y
sensibles, o fríos e impersonales? ¿Son nuestras críticas destructivas, o
constructivas?
Mi querido
lector analice, interprete y saque usted sus propias conclusiones.
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